viernes, 24 de septiembre de 2010

Necesito.

Ya, se supone que continúe bien, que no importe no enamorarme de nadie, que no debería pensar en nadie, que eso no importa, que llegará el correcto cuando sea.
Ajá, y, ¿si quiero  que llegue ya?
Nunca hablo al respecto, me cerré completamente en ese tema y terminé como estoy hoy. Sola.
No quiero más soledad, creo que ya he tenido bastante. Quiero que alguien venga a mí, me abrace y diga que me quiere, así no me conozca, que me mienta al oído. No me importa.
Estoy ansiosa, no puedo esperar. Es la misma sensación como cuando esperas por tu regalo de navidad, solo quieres que sea noche buena para tirar con fuerza el papel que envuelve tu grandioso regalo, sientes que debes correr, despedazarlo y ver que es. Así estoy

La ansiedad me está comiendo el corazón, no puedo dejar de preguntarme quién será.
Solamente quiero que llegue, ya.

Por favor, llega, te lo pido. No quiero jugar más a las escondidas.

Me rindo. 

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Mamá, ya sé porque eres tan dura conmigo. Lo siento.

martes, 21 de septiembre de 2010

Bien.

Sábado diecisiete de septiembre del dos mil diez.
Creo que.
Creo que fue en ese momento dónde nos dimos cuenta de que los pequeños roces se pueden ocultar un rato.
Creo que llegamos a darnos cuenta que no siempre las cosas tienes que andar “bien”.
Sí, precisamente “bien”.

Punto.
Respiro.
Continúo.

Yo no sé si participe mucho en el asunto, pero supongo que todos tienen sus propios y pequeños complejos, como yo. Puedes sentir una mirada clavada en tu nuca que te grita: “¿Me vas a dejar aquí?” El único problema en hablar las cosas es que, lamentablemente, no hay problema alguno.
Creo que una lágrima libera muchas cosas, creo que.



Domingo dieciocho de septiembre de dos mil diez.
Ya no se siente miradas sombrías ni tristes.
Tranquilidad y honestidad es lo que sobra.
Impresionantemente las cosas estaban ligadas unas con otras, creo que esto ya nos dejará pasar directo.
Supongo que siempre hay una pared entre todas las relaciones, pero pude sentir que se derrumbaba poco a poco. Era hora de que sucediese.
Todos pasamos por problemas, yo los tuve y los tengo de vez en cuando pero no era el momento adecuado para eso ¿no? Yo sencillamente no quiero volver a ese tiempo.

Y al final, todo superó mis expectativas, fue mucho más allá. Ojalá no me basara en suposiciones y creencias solamente.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Paranoia, detrás de ti


Estaba cansada de correr, podía sentir como el calor carcomía mi interior y  descendía por mis sienes. Caminaba mirando fijamente el suelo que pisaba hasta que pude sentir  unas miradas clavadas en mí, las miradas de unos hombres sentados bajo un gran árbol.

Murmuraban cosas hacia mí, decidí que era mejor ignorar y seguir de largo.
Un metro, volteé.
Dos metros, me vieron.
Tres metros, mejor no volver a mirar.
Sentía pasos pisar las hojas que habían en el suelo, “Raquel, no voltees, por lo que más quieras no voltees.” Pensé en voz baja para mis adentros. Las pisadas se acercan, cerré los ojos y respire tres veces. Sentí un gran salto detrás de mí.

Corre, corre por tu vida ahora.

Era un latigazo golpeando mi corazón, azotándolo hasta el cansancio.
Un golpe, un golpe bajo tumbó todo mis sentidos, era como si un arpón atravesase mi espalda, volviendo mi interior trizas.

No tienes fuerzas ya, para.

Si algo tenía que pasar, que pasara, nada podía hacer ya, no podía huir.

“No voltees.” Me repetí de nuevo.
“No hay nada detrás.” Recapacité.

Tomé mis agallas y mi valentía, decidí voltear a ver mi vida.
Nada. Aire, solo aire. Aquellos hombres de los que tanto huía estaban sentados bajo el mismo árbol.
Entonces, ¿qué me perseguía?
Era yo misma, sólo que bajo el nombre de Paranoia.


Vota este 26 de septiembre, vota por ti, por los que sienten esto y lo más importante, por quiénes lamentablemente lo viven cada día.
¡VOTA!

viernes, 10 de septiembre de 2010

Frío, como la lluvia.

Puedes sentir el viento helado acariciar tu piel y puede llegar hasta lo más profundo de tu corazón, sientes como éste bombea sangre a cada una de tus diminutas venas, las que te proporcionan la imaginación que alimenta tu esperanza. Es esa brisa que te acaricia el rostro y sujeta tus manos, sopla en tu mejilla un último adiós para seguir regando felicidad en tu mente.

Puedes oír cada gota chocar contra el duro y macizo suelo de roca pura. Es el sonido de mil chicharras en fuego que caen velozmente desde el cielo, sin prevención alguna.
Es frío, como la lluvia. Así es el sentimiento que sacas de todo esto. Es la distancia. Es el miedo. Es el no saber el después.
Pero no corres, te congelas, quedas inmóvil. Ya no puedes escapar de él, ¿para qué intentarlo siquiera? ¿Valdría la pena intentar negarlo y huir? Una vez que toca tu puerta, sabes las consecuencias.

Sientes como si mil balas golpearan tu pecho,  son frías,  distantes e indoloras. Ya no sientes nada, es solo agua. Es solo lluvia. Sientes un regocijo que brota de tu interior al saber que el mañana existe, ya te resignaste, te diste cuenta que no hay atrás. Seguirás esperando al amor que algún día fantasiosamente te saludará con una mano mientras se aleja de ti, ya te dejó todo en sus manos, explota hacia arriba, consigue lo que buscas que ya se acabó.

Sí, así me siento a veces cuando llueve.